martes, 12 de mayo de 2015

El capitalismo, de crisis en crisis

La gran crisis estadounidense de 1929 significo un salto adelante de la inestabilidad, debido al pasaje brutal de un mundo de pequeños productores al predominio del salario. La regulación fordista buscaba combatir la caída de la actividad durante las recesiones y, para ello, sostenían temporalmente la demanda global, en particular mediante el apuntamiento de los salarios.
El fordismo fue aceptado por los capitalista mientras las tazas de ganancias fueron elevadas. Pero a comienzos de los años 1980 alcanzaron sus nivel mas bajo. La reducción de los salarios se convirtió en el objetivo central y el fordismo fue desmantelado. Comenzó una nueva era de globalización. La del salariado, en primer lugar, basada en los intercambios.  Una segunda diferencia concierne no a la amplitud, sino al contenido de la financiamiento en el siglo XIX, los abundantes flujos mundiales de capitales estaban constituidos en su mayoría por préstamos a Estados; en la actualidad atañen sobre todo a los accionistas, fondos de inversión y la interpretación entre finanzas y economía real.
Las tasas de ganancia se recuperaron, pero aumento la inestabilidad. El capitalismo navega entre dos precipicios, el derrumbe, si no esta muy marcado, y la asfixia si lo esta mucho. Pero la destrucción del fordismo no destruyo la realidad que le dio nacimiento. El modelo que opto Estados Unidos consistió en apelar al ahorro de los hogares y a su endeudamiento para sostener sus gastos
Este nuevo modelo es explosivo: la caída de capacidad de ahorro de los hogares tiene como contrapartida el financiamiento extranjero de la economía estadounidense. Genera la ilusión de que los bancos centrales pueden gobernar y salvar la economía mediante la manipulación de las tasas de interés y los créditos fáciles, pero empuja hacia la especulación. Como consecuencia, la economía de EEUU navega de burbuja en burbuja, pasando de internet al mercado inmobiliario, luego a las materias primas, y transmite al mundo sus propias fragilidades.

El estallido de la burbuja inmobiliaria tiene efectos particularmente graves, pues dos crisis se alimentan mutuamente. Una que afecta a la economía real y puede durar mucho tiempo. La otra, financiera, es temible porque alcanza a los bancos más importantes del mundo.
Una vieja imagen de lo que es era una fábrica de Ford en ese entonces

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